—Es
simple —Dijo Savitsky,— Los americanos nos están bombardeando, devolvámosles el
favor.
—Escucha, Savitsky —Le replicó
Arkhipov— No sabemos si en verdad la guerra ya comenzó.
—Sé que amas el sonido de tu voz,
Arkhipov, pero mantente callado por un segundo.
A pesar del insulto, Arkhipov le
hizo caso al capitán. Los tres oficiales escucharon los impactos de las bombas
alrededor de ellos, boom tras boom.
—¿No te parece esa prueba
suficiente? —Le preguntó Savitsky.
—Piensa por un segundo, Savitsky, ¿Qué
si estás mal? —Le propuso Arkhipov— Piensa en las consecuencias.
Arkhipov sabía muy bien lo que podía
pasar si atacaban a los Estados Unidos con un torpedo nuclear: tomarían
represalias. Por suerte, algo del protocolo que Arkhipov también sabía bien era
que los tres oficiales presentes debían, por unanimidad, decidir lanzar el
torpedo antes de hacerlo.
—¿Qué pretendes que hagamos
entonces? —Gritó Savitsky— ¿Quieres que escapemos como ratas? Tú sabes muy bien
que con sus ataques no aguantaremos tanto tiempo bajo el agua.
—Me parece la mejor opción, sí.
—Respondió Arkhipov.
Maslennikov, que había estado
callado por toda la discusión, en ese momento, cerro sus ojos, dio un respiro,
cerro el puño y golpeó a Arkhipov en la cara. Arkhipov perdió el equilibrio y
cayó al piso. Los booms del bombardeo
seguían siendo escuchados, pero por un segundo no parecieron tan importantes
—Escúchame bien, —Vociferó
Maslennikov—, no voy a regresar a Madre Rusia como un cobarde. Si este
submarino cae, nosotros caemos con él.
Arkhipov se paró y ajusto su
uniforme. —No—, dijo firmemente, y lo agarró del cuello, —No me vas a llamar
cobarde por pensar antes de tomar decisiones. ¿Qué crees que le pasara a
nuestra querida Rusia si atacamos, eh? Si los Estados Unidos deciden atacarnos
de regreso es posible que no haya una bella Rusia a la cual regresar.
—Es triste que tengas tan poca
confianza en tu tierra madre… —Fue lo único que dijo antes de irse.
Arkhipov se quedo solo con Savitsky,
quien lo volteó a ver antes de decir: —Debe de ser unánime la decisión.
—Y no romperemos protocolo —Terminó
Arkhipov.
Savitsky se dirigió hacia la puerta,
pero antes de abrirla suspiró y dijo: —Y no aguantaremos más bajo el agua, esto
significa que debemos escapar.
Vasili Arkhipov, de theguardian.com
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